Por Félix Betances
Tal y como lo expresó el poeta y narrador romano Quintiliano
y repetido muchas veces por otros sucesores: “El poeta nace, pero el orador se
hace”, a esto cabe agregar sin duda alguna, que el líder también se hace.
Hablar de liderazgo es hablar de la construcción de una
estructura la cual debe estar cimentada en sólidas y profundas bases, cosa que
no siempre se logra, pues son muchos los casos en que presenciamos las amargas
experiencias de la simple destrucción de estructuras, que nos parecían bien
fundadas y que al final se desploman como la “Torre de Babel”, que por la incomprensión
y el egoísmo, se vino abajo.
Es bueno destacar que la destrucción de un liderazgo, no
siempre será de la responsabilidad pura y simplemente del líder en sí, sino que
en muchos de los casos, es responsabilidad de quienes en su momento, ayudaron a
formar ese líder, utilizando falsas plataformas o utilizando el material
equivocado y en el peor de los casos, de quienes después de haber contribuido a
su formación, sencillamente le retiran un block o lo traicionan
inmisericordemente.
En esta tesitura, vemos hoy la realidad que viven los
principales líderes del PLD, llámense Leonel Fernández y Danilo Medina, quienes
a juzgar por los acontecimientos, ambos parecen haber perdido la noción de liderazgo, al
comportarse como dos simples apostadores de gallos (galleros), cada uno de los
cuales llega a creerse en determinados momentos, que el gallo del contrario no
existe y que el suyo, pelea solo.
Por un lado, un Danilo Medina que quizás nunca pensó que aun
estando en el poder, la vida le diría: “tu ruta termina” y que esto le
conminara a tener que armar un pandemonio dentro de su Partido, con la
incertidumbre de lo inesperado.
Y por el otro lado, un Leonel Fernández que después de haber
estado en la cima del liderazgo, quizás un poco sobredimensionado por sus
allegados, de repente ve desplomarse el mismo, llegando a extremos que ni él ni
los que lo alientan, están seguros de cuál sería el destino final que le
otorgaría el futuro.
Lo más sabio e importante en un verdadero líder sin embargo,
es tener la capacidad de entender los cambios que proporcionan las
circunstancias y adoptarlos con sencillez y humildad; estar en capacidad de
entender, cuándo la vida te dice: ¡Detente o cambia de rumbo!.
Siendo así, no se corre el riesgo de actuar débilmente, o de
terminar perdiendo lo que con tanto sacrificio se habría logrado y terminar
sucumbiendo ante las adversidades de la vida, que en muchos de los casos, no
terminan siendo buenas consejeras.
Cambiar de rumbo abandonando o descartando propósitos quizás no
muy bien cimentados o no bien orientados, aun sintiendo la amargura que produce
el crujir de dientes del infortunio, a veces se convierte en el gesto más
sublime, inteligente y noble del
cualquier mortal.
Finalmente, los líderes cuando se convencen de que el
liderazgo les falla, simplemente deben reconocerlo con humildad y retirarse,
dando paso a la sustitución, que es un elemento que no en vano plantea la
propia naturaleza, en pro de conservar las especies.
Recordar que las tres palabras más difíciles de pronunciar son:
“Yo estaba equivocado” y que rectificar es de sabios.
¡Sáquele usted la punta!.
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