Estados Unidos
Cuando el director general de la Organización Mundial de la Salud afirmó esta semana que el índice de mortalidad del coronavirus se calculaba en un 3,4 por ciento, la cifra impactó tanto a los expertos como al presidente Donald Trump.
“Creo que en realidad la cifra del 3,4 por ciento es falsa”, declaró Trump en una entrevista para Fox News. “Esto es solo una corazonada, pero con base en muchas conversaciones”, agregó, “yo diría que la cifra está muy por debajo del uno por ciento”.
¿Acaso la cifra del 3,4 por ciento es errónea? Hablamos con varios expertos en epidemiología y todos coincidieron en que el uno por ciento es una cifra más realista (la OMS también comentó que es probable que se reduzca), pero además señalaron que las pruebas acerca de la propagación y gravedad de la enfermedad eran demasiado recientes e irregulares para saberlo con certeza.
La tasa de letalidad es una cifra clave que los funcionarios de salud pública utilizan para reaccionar ante brotes de enfermedades. Cuanto más mortal es una enfermedad, más agresivas serán las medidas de interrupción de la vida cotidiana que estarán dispuestos a tomar. No obstante, la información actual les permite a los científicos medir solo una estadística rudimentaria llamada tasa de letalidad por casos, la cual se basa en los casos reportados de una enfermedad.
“Es fundamental para comprender de qué tamaño debe ser nuestra reacción”, afirmó Marc Lipsitch, profesor de epidemiología de Harvard. “Todas las reacciones tienen un precio. Si creemos que el riesgo es mayor, entonces deberíamos estar dispuestos a pagar un precio muy alto, mayores inconvenientes y la pérdida de la salud mental a causa del distanciamiento social”.
Hay muchas razones por las que aún no conocemos la cifra correcta. Una de ellas es que las pruebas son insuficientes, por lo que la cifra de la tasa de letalidad podría parecer mayor de lo que es en realidad, pero los fallecimientos en los que nunca se diagnosticó una infección por coronavirus podrían hacer que la cifra parezca menor. Estos son los sesgos clave en los que piensan los epidemiólogos y funcionarios de salud pública al ver los cálculos de la tasa de letalidad por casos hasta ahora y cómo podrían cambiar en las próximas semanas y meses.
— No se le ha hecho la prueba a la cantidad necesaria de personas
Cuantas menos personas se hagan la prueba para una enfermedad, menos infecciones se podrán medir. En Estados Unidos, hasta la semana pasada, solo se les hacían las pruebas a quienes habían viajado a China o se sabía que habían tenido contacto con otras personas enfermas. Esos estándares estrictos en parte fueron motivados por una escasez de pruebas confiables, pero ahora sabemos que había muchas personas infectadas en el país que no fueron contadas.
Piensa en ese problema a una escala mucho mayor. Si hubiera una manera mágica de hacerle la prueba de la enfermedad a todo el mundo, sabríamos con exactitud cuántas personas están infectadas. Descubrir cada caso reduciría la tasa de letalidad, pues la cantidad de fallecimientos se dividiría entre una cantidad mucho mayor de personas vivas infectadas. Hay una evidencia cada vez mayor de que algunas personas infectadas con el coronavirus son asintomáticas o presentan síntomas leves. Esas son las personas que tienen menos probabilidades de buscar hacerse la prueba o de que se las hagan.
— La cifra de fallecimientos podría estar equivocada
En comparación con las infecciones, las muertes son relativamente fáciles de contar, en especial ahora que sabemos que esta enfermedad existe y cómo son sus síntomas. No obstante, los expertos en salud pública aseguran que aún no tenemos un conteo completo de todas las muertes por coronavirus. En algunos países han fallecido personas débiles a causa de una neumonía sin haberse hecho la prueba, incluyendo un paciente español de edad avanzada al que se le hizo la prueba luego de su fallecimiento. Si las personas enfermas mueren sin ir a un hospital, es posible que no sean incorporadas en el conteo.
En este momento, el mayor desafío para calcular las muertes es que las personas pueden estar infectadas con el coronavirus durante mucho tiempo antes de enfermarse lo suficiente como para correr el riesgo de morir. Actualmente, estamos contando a todas las personas infectadas y vivas cuyas pruebas dan positivo para el virus pero, en el futuro, algunas de esas personas morirán a causa del COVID-19, la enfermedad ocasionada por el virus.
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