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¿Y cuál es la prisa del exministro de educación Roberto Fulcar?

 



Por Félix Betances

Solo algunas reflexiones a ver si nos entendemos.

A su salida del Ministerio de Educación el cual dirigió por espacio de casi dos años, se ha visto al exincumbente Roberto Fulcar, actuar con velocidad vertiginosa en algunos asuntos que se entiende debió esperar ,a que alguien lo iniciara o por lo menos lo demandara.

Hay quienes por no entenderlo, consideran precipitado de su parte, que a menos de 24 horas de haber sido sustituido en el cargo, ya estuviese visitando la Cámara de Cuentas, para pedir se haga una auditoría a su gestión, cuando se entiende que es de rigor hacerla, aun cuando no sea solicitada.

Acto seguido, se le ve visitar a la PEPCA, con la finalidad expresa de llevar allí, documentos que según se dice, avalan el desempeño de las actividades ejercidas durante el citado periodo.

Todo parece indicar, que él tiene mucha fe en la justicia o que simplemente no confía en ella o por lo menos en su forma de actuar.

Si quería irse a esperar una actuación judicial a mitad del camino, como para que no lleguen al fondo y se devuelvan de ahí, con lo que él les va a presentar, lo primero que debió hacer fue no aceptar el cargo de Ministro Sin Cartera, en el que lo designó el Presidente de la Republica, ya que era la única forma de afianzar la credibilidad de sus actuaciones y así despejar dudas que siempre están al doblar de la esquina.

La PEPCA por su parte, que dicho sea de paso; ha pepcado muy poco, tiene el gran compromiso de dejarle saber al pueblo dominicano, si realmente responde a las legítimas intenciones y a la necesidad de que realice una labor con transparencia y con independencia; o si es simplemente la gran pantalla de un cine, que después que se apaga, acabada la función, “no se ve nada”.

Se recuerda que la pepca, está apoderada de un caso relativo, ante la situación que denunció el locutor Miguel Ortega y del cual no se conoce nada..

El señor Roberto Fulcar lo que debe hacer es, dejar que la justicia actúe “motus propio” y no precipitarla a actuar a su manera, donde se supone, que él no tiene nada que esconder.

 

 

 

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