Por: Maestro Merquelin Ferreras Feliz
Barahona, RD.
La página web de consulta Wikipedia define la palabra laberinto como un lugar formado por calles y encrucijadas, intencionadamente complejo para confundir a quien se adentre en el mismo. Es el sinónimo más cercano que encuentro para configurar todo lo que ocurre en el sistema educativo de la República Dominicana.
Desde afuera casi todos y todas tienen las fórmulas para elevar los niveles de calidad en los aprendizajes y organizar los procesos administrativos e institucionales, pero una vez se adentran a ese laberinto terminan repitiendo los mismos pasos que conducen al circulo vicioso que ha rodeado el destino de la educación dominicana durante los 177 años que tenemos como República. El gran enigma con mucha jocosidad es descubrir las manos o arquitectos de este laberinto, para felicitarlo, puesto que han logrado su objetivo, confundir y hacer retroceder pasos sin darse cuentas a los lideres que dirigen en cada momento.
Es casi imposible ubicar en que punto está el sistema en cuanto a la calidad educativa, ya que los avances que ha experimentado nuestro pobremente administrado sistema educativo ha estado arropado por mucho marketing y publicidad del Estado.
Este laberinto de la educación dominicana va para largo, porque no existe una completa protección y continuidad de las políticas de Estado sobre este tan importante sector de la sociedad, todo lo contrario, la estabilidad y mejoras del sistema educativo es estacionaria y circunstancial.
El mundo está lleno de países y naciones que con menos años como República han logrado dar el salto a la alta formación de sus estudiantes y hoy presentan avances significativos, sin embargo, aquí en nuestra adorada República Dominicana estamos buscando culpables y responsables. Los sectores que gravitan en su interior se señalan mutuamente de los caóticos resultados de aprendizajes en las mediciones nacionales como internacionales.
La pregunta que cabe en este momento es ¿a qué sector le conviene más tener un país sumergido en el constante fracaso escolar?
La tarea está puesta, y en esa respuesta esta la salida del laberinto.
El autor es docente universitario y político.
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