Por Félix Betances
Resulta poco simpático aunque ustedes no lo crean, tener que
compartir anécdotas como ésta, pero
aunque sea desagradable, son cosas que pasan y que sea como sea, hay que socializarlas.
Hace aproximadamente unos tres meses, falleció allí un munícipe
distinguido, gran profesional, buen amigo, esposo y padre ejemplar. De esa
persona, todo el que lo conoció habló en bien y hasta fueron muchos los que
como por decir aquí estoy, hicieron manifiestos de solidaridad entre comillas.
Sucedió que una entidad que se dedica al reconocimiento de “personas meritorias” de la Región, tomo la decisión de rendir honores a tan merecida persona, para lo cual, anunció hacer un homenaje el cuál consistiría en un minuto de aplausos, en medio de su acostumbrado accionar, el cual estaba próximo a realizarse. Hasta ahí, todo estuvo muy bien y gracias a esa entidad por su gesto.
Lo que no estuvo bien sin embargo; fue el hecho de que se
supo luego, que aún tributándole ese honor, a esa persona, no se le habían
cubierto sus honorarios y honras fúnebres, por parte de quien o quienes lo asumieron
con tanta prestancia.
Cabe preguntarse, como habría de sentirse el difunto en ese momento, si
honrado o defraudado?.
A alguien se le ocurrió decir, que si quien asumió el manejo
de dicho caso, no iba a cumplir responsablemente, entonces debió dejar que lo
manejara su familia, a la cual prácticamente inhibió, ya que no se trataba de
una persona insolvente, sino humilde pero honorable...
Eso habría ocurrido en Santiago aunque hay quienes dicen que
no fue en Santiago... No sé nada más, pero eso no debió suceder jamás.
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