Por Félix Betances
A raíz de la propuesta de reforma constitucional que se ha
planteado someter el presidente Luis Abinader al inicio de su segundo mandato, que
será oficial a partir del 16 de agosto próximo, ha surgido una serie de
controversias y disparidad de criterios en varios sectores de la población.
El proyecto en sí, contiene propuestas como la independencia
del Poder Judicial del Poder Ejecutivo, el de dos periodos consecutivos de
mandato presidencial y muchas más y la reducción de 190 a 137, los diputados
del país.
Sectores de la población, especialmente los opositores al gobierno, han manifestado su desacuerdo, especialmente en lo relativo al ejercicio presidencial; aunque hay aspectos en los que sí están de acuerdo. En consecuencia, una gran parte de ellos manifiestan que esa reforma no hace falta.
En el caso de los diputados, varios de ellos, tanto
oficialistas como de la oposición a los que les quedan horas contadas, han
manifestado no estar de acuerdo, argumentando que son verdaderos representantes
de quienes los llevaron a ocupar ess posiciones.
Esos mismos diputados y algunos senadores cuando la población
les reclama propiciar la solución a sus problemas y dificultades; han
manifestado que su papel es el de legislar y fiscalizar, mientras que a nombre
de esos comunitarios, reciben un Barrilito y un Cofrecito para supuestamente ayudar
a sus habitantes.
El susodicho proyecto, plantearía que esa reducción se haga
efectiva a partir del año 2032 por lo que muchos ciudadanos plantean que sea a
partir del 2028, en caso de darse.
Es bueno recordar, que la Constitución del año 2010,
planteaba el estudio y la aprobación de unas 20 leyes adjetivas, además de la actualización
del Código Penal, el cual se ha convertido en el hazmerreír de legisladores,
con más de 20 años de “pimponeo”.
Consideramos de lugar que si se logra la reforma constitucional,
sea para terminar con el caudillismo, con la resurrección de cadáveres y
difuntos políticos y que el número de diputados, no sea mayor de 105 y que se
revise en lo relativo a algo a lo que llaman Parlacen, que nunca ha resuelto ni
resolverá nada.
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