Por Félix Betances.
Con mucha razón, siempre
se ha definido la música como el lenguaje universal de la humanidad y es que si
nos detenemos a evaluar lo que significan los sonidos que producen los
instrumentos, nos damos cuenta de que los mismos no tienen idiomas y que por
tanto, son adaptados a cada lugar y a cada costumbre, traducidos en ritmos a
los que se agregan los arreglos y las interpretaciones que se definen como el
folklore musical de cada país o pueblo.
Así vemos que cada pueblo, región o país, ha hecho una identificación
propia, conforme a los ritmos y al uso de determinados instrumentos que
complementan dicha propiedad.
Nuestro país no ha sido la excepción en el caso, pues hace décadas,
en cada pueblo de aquí, existió una Escuela o Academia de música de las cuales
salieron muy buenos músicos y artistas muchos de los cuales lograron gran
notoriedad mientras que otros solo nos dejaron con la satisfacción de los
momentos inolvidables, que a través de su participación nos hicieron vivir.
Hay que decir con nostalgia, que por desinterés de nuestras autoridades
estas fueron desapareciendo en desmedro del desarrollo cultural de nuestra
gente, al igual que los bellos intercambios musicales que se llevaban a cabo
frecuentemente.
Cómo no recordar los Conjuntos musicales o “Combos” que se
formaron en esa época, con muchísima calidad al igual que a sus mejores
exponentes, por ejemplo: Los hermanos Gautreaux, los Ojitos verde, los Reyes
del Sur y una lista interminable de buenos músicos e intérpretes en Barahona.
De igual forma, figuras legendarias de la música como las que
vemos en la foto: “Viejo Mon”, el famoso “Tamo aquí”, Alberto Leger, los
hermanos Arrín y Abebén y Freddy Leger en Paraíso, para solo mencionar algunos.
Fue una época de oro de la que solo nos quedan los buenos
recuerdos, pero que aspiramos a que puedan rescatarse esos valores, para bien
de nuestra sociedad que tanto lo necesita.
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