Por Félix Betances
En el escenario político dominicano, no existe un candidato
mediocre sino muchos, “por docenas” como lo han manifestado innúmeras personas
con quienes hemos tenido la oportunidad de hablar sobre el tema.
Los hemos tenido en orden jerárquico, desde candidatos a la
primera magistratura del Estado, hasta candidatos a Segundos Alcaldes pedáneos.
¿Cómo definir la mediocridad de un candidato?.
La mediocridad no es atributo exclusivo de candidatos, sino también
de personas o individuos que lejos de
actuar de manera normal ante los demás, no tienen control de sí mismos y mucho
menos de los asuntos que manejan, entre los que se encuentran funcionarios públicos,
privados y hasta profesionales de distintos niveles y carreras que dirigen
instituciones.
Pero bien, en lo relativo “al candidato”, se refiere pura y
simplemente a los aspectos de los que de una u otra forma están inmersos en una
carrera a través de la cual persiguen llegar a ocupar algún cargo público, a través
de elecciones.
La gente define como “mediocridad”, a la incapacidad del
candidato, para poder llegar a quienes quiere conquistar, a través de
propuestas sanas y expresadas dentro de un marco de respeto y con buenos
modales, con la suficiente madurez y con el manejo de un lenguaje que sirva de
modelo y que jamás arruine, destruya ni ofenda a la moral y las buenas
costumbres de pueblo dominicano.
Es aquél que no profiere expresiones soeces y plebes, sin medir consecuencias; es aquél que se respeta a sí mismo y que respeta a su pueblo.
En cambio, define al buen candidato, como aquella persona ecuánime,
equilibrada, sosegada, reflexiva y respetuosa, capaz de vender sus propuestas
en forma clara, diáfana y responsable y capaz de asimilar cambios, de no
denigrar a los demás para ganar escaños, ni aprovechar debilidades de los demás
para hacerlas fortalezas suyas.
Según entienden algunos, en política no hay nadie bueno ya
que todos persiguen los mismos fines (cambian de color después de llegar); sin
embargo, la gente siempre sabrá escoger entre los que considera peores y los
que entiende como menos malos.
Es en consecuencia, responsabilidad de cada candidato o
candidata, escoger el camino a seguir y del pueblo, saber a quién o a quienes
escoge.
¡Échele hilo al Bollo Compadre!.
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