Por Félix Betances
A través de los años, por más que se haya querido
transparentar el funcionamiento de esa entidad creada por Francisco Xavier
Billini (Padre Billini) el 24 de octubre de 1882 con una intención muy
diferente al uso y manejo que a través de la historia se le ha dado, no ha sido
posible dominar lo que podría definirse como: “un Buey rabioso”.
Para hacer un poco de historia, basta recordar lo que ocurría
en tiempos de los gobiernos de Joaquín Balaguer, en las administraciones de
Anaiboní Guerrero Báez y Héctor Pérez Reyes entre otros, donde apareció la
famosa “Gallinita”, la cual supuestamente ponía los huevos con números, pero
que no era más que una forma de vender las muy conocidas “OREJAS”. Esa
gallinita la cual se hizo muy popular por cierto, tuvo su nido en Pedernales.
Luego se conoció el gran escándalo que protagonizó el conocido personaje de Frederick Marzouka, donde las orejitas se vendían al por mayor y al detalle, y que le costó la salida por Haití vestido de mujer a Fulgencio Espinal y vestido de “Cura” al señor Ángel Pichardo.
Son harto conocidos los escándalos de los últimos tiempos,
que en ocasiones han llevado a dicha institución al borde de la insolvencia
donde en momentos, no había ni con qué pagarles a los locutores que cantaban
los números, sin dejar de mencionar a los famosos numerólogos aquéllos.
En esa institución, siempre se ha hablado de que se venden y
se dan orejas y premios, se sabe lo que pasó en el sorteo de la navidad pasada,
por lo que hay personas sometidas a la justicia.
En consecuencia, el actual escándalo es como para ponerle la
tapa al pomo, como se dice en el pueblo ya que la perversidad, no ha tenido ni
siquiera el más mínimo respeto a una clase que merece consideración como son
los invidentes que son utilizados en la realización de los sorteos.
Es mandatorio que las autoridades de la Lotería Nacional,
procuren que se investigue a fondo la situación y que los culpables paguen las
consecuencias.
Por último, que se aproveche la situación, para descartar ya esa
metodología de efectuar dichos sorteos, ya que ha quedado demostrado que ese ejercicio,
no garantiza ni siquiera mínimamente, la transparencia que merecen los
apostadores, los cuales juegan contra la suerte y también contra la perversidad
de muchos, a los que no se les puede llamar sino simples criminales.
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