Santo Domingo, RD
A 30 años de distancia, el golpe de Estado contra Jean Bertrand Aristide recuerda la actual crisis provocada por el asesinato del presidente Jovenel Moïse y cómo actuó el gobierno dominicano: Joaquín Balaguer rompió el embargo impuesto por la ONU y Luis Abinader abrió ahora el comercio para evitar una hambruna.
En su momento, Balaguer debió adherirse a un embargo internacional contra Haití, mientras Abinader, tres décadas más tarde. cuyo gobierno ya había cerrado la frontera ante una fuerte embestida del Covid-19 y el magnicidio de Moïse, autorizó, por “razones humanitarias”, el reinicio de los negocios y las exportaciones.
Desde octubre de 1991, a raíz del golpe militar contra Aristide, liderado por el entonces comandante de las Fuerzas Armadas, Raúl Cedras, los haitianos empezaron a sentir la severidad de un embargo impuesto por Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Los activos del país fueron congelados y el régimen de facto sufrió aislamiento diplomático.
Con sus cielos cerrados a vuelos comerciales y el mar vigilado por buques y fragatas de guerra de Europa y Estados Unidos, a tres millas de las costas haitianas, a pocas horas empezó a sentirse en la población el peso de las sanciones, afectando el transporte de mercancías y de pasajeros, y el de su escasa producción industrial, Sus reservas de combustible eran mínimas.
Sin comida ni combustibles, Haití se encontraba entre la espada y la pared, bloqueado por aire y mar.
Pero de este lado de la isla, Joaquín Balaguer, un gobernante de postura bien definida frente a Haití, del que siempre desconfió, se convirtió, paradogicamente, desde aquel momento crucial. en su brazo salvador.
La ONU, la OEA y Estados Unidos prohibieron los negocios con Haití, como recurso para forzar la salida del régimen del general Cédras, pero mercancías y alimentos de toda variedad eran movilizadospor carreteras y caminos escabrosos dominicanos, rumbo al comercio haitiano.
Al no aplicar el embargo, Balaguer lo arriesgaba todo, incluso la condición del país como socio comercial clave de Estados Unidos, y su membresía en la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Así como actuó para dejar pasar combustible y comida a Haití, con igual determinación se portaba Balaguer frente a actitudes hostiles de ese país ante República Dominicana, igual que su coherencia con la migración ilegal.
Llama la atención que, durante el gobierno de facto, la única carretera asfaltada en Haití fue la que une a la capital, Puerto Príncipe, con la frontera terrestre de Malpasse-Jimani, que enlaza con República Dominicana.
A las presiones de Estados Unidos para que Balaguer llegara a un acuerdo a raíz de la crisis electoal de 1994, le fueron observados vínculos con el enfoque de Washington hacia el gobierno en Haití, que consistía en presionar al líder reformista, según han señalado los politólogos dominicanos Jonathan Hartlyn y Rosario Espinal, “para que impusiera el embargo contra Haití y mantener una relativa calma política en República Dominicana”.
Michael F. Skol, entonces secretario adjunto del Departamento de Estado para América Latina y encargado de la crisis haitiana, reveló al embajador canadiense John W. Graham Graham, autor del libro “La crisis electoral de 1994”, que al subsecretario del Departamento de Estado, Strobe Talbot, “le atrajo la táctica de Balaguer de intercambiar apoyo dominicano para tapar la porosa frontera con Haití, logrando así aislar aún más el régimen militar de Cedrás en Puerto Príncipe”.
Al final, Balaguer paró el flujo de comercio con Haití, militarizó la frontera y firmó un acuerdo que permitió la presencia allí de tropas militares de Estados Unido.
El cerco contra Raúl Cédras se hizo total y la crisis política haitiana culminó con su salida de Haití la madrugada del 12 de octubre de 1994.
Después de esto, Balaguer logró mantenerse dos años más en el poder, hasta 1996, tras una complicada jugada en la que exhibió sus incomparables habilidades políticas.
LA HISTORIA
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