Por JOSE FLANDEZ
Reconociendo, al fin, que sin capitalismo no hay progreso, en agosto de 2021, el régimen comunista de Cuba presidido por el opaco títere de Raúl Castro, Miguel Días Canel Bermúdez, autorizó la apertura de 32 empresas privadas luego de 56 años de haber confiscado, en 1968, todas las empresas privadas que quedaban sin «nacionalizar» después de la confiscación de las grandes empresas capitalistas nacionales y extranjeras al inicio de la tristemente célebre, revolución castrista.
Hay que destacar que veinte de estos negocios son una reconversión de actividades de trabajadores privados o por cuenta propia a la nueva forma de gestión no estatal, mientras que los restantes son de nueva creación.
El Gobierno había aprobado en ese pasado mes de agosto, ocho decretos-leyes, con los que reconoce y amplía la gestión de las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), las cooperativas no agropecuarias y el trabajo por cuenta propia (autónomo) como actores económicos.
Sin embargo, estas empresas no se permitirán en los sectores considerados por el régimen como estratégicos, como son la salud, telecomunicaciones, energía, defensa, prensa, entre otros, que no están aprobados para los trabajadores autónomos.
Un proceso parecido fue anunciado recientemente por el otro payaso, lacayo de Raúl, Nicolás Maduro, dictador de Venezuela, que al parecer fue autorizado por la Habana para aflojar un poco las tuercas, por el evidente fracaso del modelo económico que ambos regímenes llevan a cabo en sus respectivas naciones.
Antes de Fidel y Chávez, Cuba y Venezuela eran dos referentes del progreso y del orgullo de sus ciudadanos.
La Cuba pre-castrista, era en su tiempo uno de los países de América Latina con los más altos índices de progreso, brillando y mostrando al mundo también su gran bagaje cultural, deslumbrando a todos con su riqueza musical, al regalarnos el Son, el Bolero, el Danzón y el Chachachá…
En contraste, hoy esa Cuba otrora muy próspera, se bate en medio de la pobreza extrema, el desabastecimiento generalizado, sistema de salud colapsado, entre otros pesares que la agobian.
Así la Venezuela pre-chavista, como la Cuba pre-castrista, con su producción petrolera a todo dar y las libertades económicas, políticas y civiles funcionando de forma normal, vivía una situación próspera, y la vida transcurría rutinariamente, como se estila en la mayoría de países de América Latina, con su sistema capitalista de democracia representativa y sus particulares características que la diferencian de los países del llamado primer mundo, donde como se sabe, el desarrollo es superior.
Pero ahora, bajo la maldición del llamado socialismo del siglo 21, esta nación en el pasado reciente receptora de miles de migrantes de todo el mundo, que buscaban allí el progreso que proporcionaba la boyante situación económica fruto de su próspera industria petrolera, vive, como la Cuba que la coloniza y la explota económicamente, una situación sumamente calamitosa.
En mi opinión estas medidas, que buscan salir del atolladero creado por Fidel y Raúl con su «revolución socialista», son tímidos paños tibios, que buscan un alivio al inútil modelo estatista centralizado, y naturalmente, no resolverán significativamente la profunda crisis económica en que se hunde aún más la fracasada revolución socialista impuesta por los Castro a los cubanos a punta de fusil.
joseflandez8@gmail.com
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