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¿Puede un pueblo tener buena suerte o mala suerte?

 


Por Félix Betances

La llamada “suerte”; buena o mala, para los que en ella creen nunca ha sido ni podrá ser factor determinante en la vida de ningún pueblo, grupo social ni persona en particular ya que para que haya desarrollo, se necesita conjugar una serie de elementos y para ello, es necesario que exista entereza, dignidad y respeto.

Con mucha razón lo escribió Gabriel García Márquez cuando dijo: “Nunca pienses en la suerte porque la suerte eses: el pretexto de los fracasados”.

El progreso y desarrollo de un pueblo, están cifrados en la responsabilidad y el respeto que sus hijos asuman cuando ocupen posiciones de dirección y administración de los recursos públicos puestos en sus manos para la ejecución de obras, ya sean concretas o abstractas, que vengan a resolver los problemas más urgentes de la población que los lleva a tales posiciones.

Es un pueblo bendito, aquel que goza del privilegio de tener hombres pulcros y registrados que lo den todo por su gente y que se preocupen por dejar una impronta a las presentes y futuras generaciones.

En cambio, la antítesis de todo lo anteriormente expresado, se padece cuando hombres poco comprometidos con sus congéneres, ejercen el poder haciendo galas del despilfarro y con ausencia de visión, por lo que al pasar del tiempo, solo quedan las lamentaciones y el pesar de tener que decir: “No resolvieron ni siquiera una, de las necesidades más perentorias de la comunidad.”.

No es necesario mencionar una longaniza de nombres con destinos comunes, para diferenciar entre una cosa y otra por lo que basta con mencionar solo algunos.

Si mencionamos a Barahona, donde en cerca de tres décadas de administración municipal, no se ha resuelto ni siquiera uno, de los problemas más acuciantes de la población, a pesar de la circulación de cientos de millones de pesos, no obstante las decenas de picazos y promesas que por allí han desfilado. Aunque a muchos no les agrade, hay que decir que hablar de Barahona en la actualidad, a cualquiera le detiene la respiración, por no decir otra cosa.

Si alguien pudiera demostrar lo contrario, con respeto y realidad; quien escribe este artículo, pediría un perdón público.

Como segundo y último caso, mencionamos a la ciudad de La Vega, donde se ha expresado un mayúsculo irrespeto a raíz de las recién pasadas elecciones municipales, donde como si fuese la aplicación de un castigo infernal, el Alcalde electo abandona el cargo para irse a otro cargo público y para colmo de males, la vicealcaldesa, a quien le corresponde sustituirlo, también renuncia a su responsabilidad y compromiso frente al pueblo que confió en ellos y al que hoy patean por el suelo.

Es posible que algunos piensen que tanto Barahona como La Vega, tengan mala suerte…

 

 

 

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