Santo Domingo, R.D.
A propósito de las declaraciones del Mayor General R Juan
Manuel Méndez Garcia. Director del Centro de Operaciones de Emergencia COE.
En tiempos donde el liderazgo auténtico se vuelve un bien
escaso, emerge, con luz propia, la figura del Mayor General R. Juan Manuel
Méndez. Hombre de temple sereno, de voz firme y alma sensible, cuya gestión no
se mide solamente por resultados visibles, sino por la hondura con que abraza
lo humano. Su liderazgo no se impone; inspira. Como bien decía José Martí,
“ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad”. Y
en esa felicidad del deber bien hecho, Méndez honra a quienes, desde el
silencio, han hecho del servicio su forma de estar en el mundo.
En esa noble mirada, él reconoce a Erdwin Olivares, una vida consagrada a salvar vidas. Una existencia forjada desde la infancia, en el fuego sagrado del socorro, con las manos curtidas por la urgencia y el alma templada en la compasión. Desde sus primeros pasos como socorrista hasta convertirse en uno de los directores de socorros más comprometidos de la Cruz Roja Dominicana —siguiendo la estela ética y vocacional que sembrara el ilustre Juan Enrique Dunant—, Olivares ha sido más que un profesional: ha sido una llama viva de vocación.
Su recorrido abarca Defensa Civil, Ministerio de Defensa,
Cuerpos de Bomberos, operaciones de rescate y la formación de nuevas
generaciones. Cada uno de esos roles no es un título, sino un acto de amor.
Como diría Kahlil Gibran: “El trabajo es el amor hecho visible”. Erdwin ha sido
maestro de emergencias y discípulo eterno de la vida, porque el que sirve nunca
deja de aprender del dolor ajeno.
Pero no hay héroe sin cicatrices invisibles. A menudo,
Olivares ha puesto su humanidad en juego frente a incendios voraces,
inundaciones, colapsos estructurales o tormentas que no solo destruyen casas,
sino también certezas. Y en ese contexto de tensión constante, ha debido
sostener su propio sistema emocional y el de su familia. Aquí, la teoría de
Murray Bowen nos recuerda que el equilibrio emocional de un individuo está
entrelazado con su sistema familiar, que actúa como red de contención en los
momentos más críticos. Su familia ha sido ese ancla y ese refugio, silencioso
pero vital.
Erdwin no titubea ante el caos. Está hecho de la materia con
la que se construyen los guardianes del orden moral. Su ética es acción, no
discurso. Y en un mundo donde la indiferencia amenaza con volverse norma, él
insiste en cuidar, en estar presente, en enseñar que servir no es renunciar a
uno mismo, sino afirmarse como ser humano.
Desde la mirada de la psicología social, podríamos decir que
Erdwin revierte el fenómeno de la responsabilidad difusa: mientras muchos
esperan que alguien más actúe, él ya está allí, liderando con coraje y humildad.
Su presencia convierte el deber en inspiración colectiva.
Erdwin Olivares no es solo un gerente en gestión de
emergencias y desastres: es un sembrador de conciencia, un artesano de
generaciones, un faro cuya luz ha cruzado nuestras fronteras. Su paso por el
mundo de la respuesta humanitaria ha dejado huellas imborrables, porque no se
limita a intervenir: transforma.
Reconocerlo no es un gesto de cortesía. Es un acto de
justicia. Porque hay hombres que no esperan los honores, pero los merecen.
Como escribió Victor Frankl: “El hombre que se levanta es aún
más grande que el que no ha caído.” Y Erdwin se ha levantado cada día con la
dignidad del que sirve sin pedir aplausos.
Y qué acto más honorable, más simbólicamente justo, sería que
cuando el momento llegue, el legado del Mayor General Méndez en el Centro de
Operaciones de Emergencias (COE) fuera continuado por Erdwin Olivares.
No se trataría de un simple relevo administrativo, sino de
una herencia de vocación, responsabilidad y humanidad. Sería —como dijera
Séneca— “dar a cada quien lo que por virtud le corresponde”. Una antorcha que
pasa de una mano firme a otra ya curtida por la acción.
Porque en él, el trabajo se vuelve amor, la acción se vuelve
poesía, y el servicio… se vuelve trascendencia. Para que Otros Vivan!!!. Luis
Osoria Lara
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