Por: Arquitecto Ascanio Cruz Moya
La carretera Sánchez es una de las principales vías de
comunicación del sur de la República Dominicana, pero en lugar de ser un
símbolo de progreso y conexión, en algunos de sus tramos se ha convertido en un
peligro mortal. Uno de los puntos más críticos es el tramo del Ojo de Agua,
especialmente en sentido oeste-este, donde, inexplicablemente, la carretera se
reduce a un solo carril justo al final de una curva.
Para cualquiera que transite habitualmente por este lugar, es
evidente el riesgo: vehículos pesados, autobuses, motocicletas y automóviles
particulares se ven obligados a competir por un espacio insuficiente, en una
zona de poca visibilidad y donde el margen de maniobra es casi nulo.
Esta combinación es un caldo de cultivo para choques, salidas de la vía y muertes que, lamentablemente, se siguen sumando a una estadística que parece invisible para las autoridades.
¿Acaso desconocen las autoridades la cantidad de vidas que se
han perdido aquí?
Quienes usamos esa carretera nos hacemos esta pregunta una y
otra vez. Cada cruz de madera clavada en la orilla, cada ramo marchito dejado
por una familia que llora, es un recordatorio de que el tramo es letal. Y sin
embargo, el tiempo pasa y nada cambia: ni ampliación del carril, ni
señalización clara, ni reductores de velocidad, ni barreras de protección
adecuadas.
La pregunta es inevitable: ¿qué valor tiene la vida de
quienes transitan por el Ojo de Agua? ¿qué tan difícil es priorizar una obra de
ensanche, mejorar la ingeniería vial o colocar medidas provisionales que salven
vidas mientras se ejecuta una solución definitiva?
No es solo una carretera, es una tragedia en cámara lenta
Lo más indignante es que se trata de un problema que se puede
resolver. No hablamos de una megaobra imposible de financiar, sino de una
intervención puntual: ampliar el tramo, corregir la curva, colocar la
señalización adecuada y mantener la vía en condiciones seguras. Mientras tanto,
la indiferencia y la falta de voluntad política siguen cobrando víctimas que,
al parecer, no figuran en ninguna estadística que importe.
La vida de quienes transitamos por allí sí importa
Este llamado es para las autoridades responsables de la red
vial, para los legisladores que representan a las comunidades del sur y para la
sociedad en general: no podemos seguir aceptando que una carretera se cobre
vidas por una negligencia tan evidente. La carretera Sánchez debe ser segura en
todos sus tramos, y el Ojo de Agua es uno de los puntos que más urgentemente
necesitan atención.
Cada vida perdida en esa curva es una tragedia evitable. No
esperemos a lamentar más muertes para actuar. Que no haya que sumar más cruces
de madera a la orilla de esa carretera para recordarnos que, en una vía tan
vital, la seguridad no puede seguir siendo una promesa postergada.
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